Un hombre murió repentinamente. Al darse cuenta que había fallecido, vio que se acercaba Dios y que llevaba consigo una maleta.
Dios le dijo:
— Hijo es hora de irnos.
El hombre asombrado contestó:
— ¿Tan pronto? ¡Pero si aún tenía muchos planes!
— Lo siento, pero es el momento de tu partida.
— ¿Qué traes en esa maleta? - Preguntó el hombre.
— Tus pertenencias - Le respondió Dios.
— ¿Mis pertenencias? ¿Traes todas mis cosas: Mi ropa y mi dinero?
Dios le respondió:
— Eso nunca te perteneció, eran de la vida.
— ¿Traes mis recuerdos?
— Esos nunca te pertenecieron, eran del tiempo.
— ¿Traes mis talentos?
— Esos tampoco te pertenecieron, eran de las circunstancias.
— ¿Traes a mis familiares y amigos?
— Lo siento, ellos nunca te pertenecieron, eran del camino.
— ¿Traes a mi mujer y a mis hijos?
— ¿Ellos nunca te pertenecieron, eran de tu corazón.
— Entonces ¿traes mi cuerpo?
— No, jamás te perteneció, era de la tierra.
— Pero, ¿sí traes mi alma?
— No, tampoco fue tuya, era mía.
Entonces, el hombre lleno de miedo le arrebató a Dios la maleta y al abrirla se dio cuenta de que estaba vacía... Con lágrimas de tristeza brotando de sus ojos el hombre dijo:
— ¿O sea que, nunca tuve nada?
— Así es, nunca tuviste nada y lo tuviste todo a la vez, ya que: Cada uno de los momentos que viviste fueron únicamente tuyos y sólo tuyos… La vida está hecha de momentos y jamás uno fue idéntico al otro.
Perdonar y volver a amar.
Amar para reír.
Reír para fluir.
Fluir para vivir.
💙
Referencias
Video: Michel LeónImágenes: Sachin C Nair · Pixabay