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El efecto abanico: Brindarle sentido a la información nos ayuda a memorizar

Manejar una mayor cantidad de datos sobre un mismo hecho conlleva a un incremento en el tiempo de reconocimiento de la información al respecto, es lo que se conoce en la Psicología como el efecto abanico.
Este efecto tiene su base en el antiguo concepto de la interferencia: cuando determinadas informaciones o procesos irrelevantes para la tarea que estamos desarrollando, inciden en ésta provocando una ejecución inadecuada. Un ejemplo muy sencillo de la interferencia en el proceso de la memoria es cuando, en vez de brindar nuestro nueva dirección de casa, solo recordamos nuestra antigua dirección. 




Manejar una mayor cantidad de datos sobre un mismo hecho conlleva a un incremento en el tiempo de reconocimiento de la información al respecto, es lo que se conoce en la Psicología como el efecto abanico.

Este efecto tiene su base en el antiguo concepto de la interferencia: cuando determinadas informaciones o procesos irrelevantes para la tarea que estamos desarrollando, inciden en ésta provocando una ejecución inadecuada. Un ejemplo muy sencillo de la interferencia en el proceso de la memoria es cuando, en vez de brindar nuestro nueva dirección de casa, solo recordamos nuestra antigua dirección.

Del efecto abanico se habló por vez primera en el año 1974, cuando fue apreciado experimentalmente por Anderson, investigador de la Carnegie Mellon University. En este estudio los participantes leían una lista de frases sobre personas que estaban en diferentes sitios (como por ejemplo, “El médico está en el lago”). A la misma vez, también se variaba la cantidad de lugares asociados a una misma persona, como puede apreciarse en la figura a continuación.


Después de memorizar todas las frases y demostrar que las recordaban a la perfección, los participantes debían realizar una tarea de reconocimiento en la cual se demandaba que fuesen rápidos en sus respuestas, y donde debían detectar las frases estudiadas y rechazar aquellas frases que fuesen nuevas.

Anderson descubrió que durante el reconocimiento, el tiempo de respuesta y el número de errores se incrementaban significativamente en la misma medida en que aumentaba la cantidad de información (sitios en este caso) asociada a una misma persona. A este fenómeno se le denominó el efecto abanico.

Este fenómeno se explica a través de la teoría sobre la cognición humana Adaptive Character of Thought. De forma muy sintetizada, esta teoría asume que nuestro conocimiento está formado por unidades de información, en las cuales se codifican diferentes datos del ambiente. Estas unidades pueden estructurarse de forma sencilla o en estructuras jerárquicas complejas que pueden interrelacionarse formando una red de conocimiento.

Esta red de conocimiento se activa a través de las conexiones entre los nodos. Un nodo no activo conectado a otro que sí lo está, tiene cierta probabilidad de alcanzar algún grado de activación. Sin embargo, como puede presuponerse, la activación que puede expandirse desde un nodo a otro es limitada.

La expansión de un nodo a otro determinará la velocidad con la cual es procesada y recuperada la información.

Esta teoría explica el efecto abanico en términos de interferencia durante el reconocimiento dado que, tener más cantidad de información sobre alguna cosa, conlleva a un mayor grado de competición por los recursos disponibles. Por lo tanto, más información almacenada sobre algo llevaría más tiempo de reconocimiento (o de expansión entre los nodos). Algo perfectamente lógico si fuésemos máquinas que funcionamos según algoritmos computarizados.

Siguiendo la lógica de este modelo, los expertos en cualquier dominio se convertirían en el ejemplo paradigmático de la interferencia ya que manejan una gran cantidad de información sobre un mismo tópico. Pero… en la práctica no es así… entonces… ¿ por qué los expertos son aparentemente inmunes al efecto abanico?

Cuatro años después del descubrimiento del efecto abanico, en el 1978, un grupo de científicos liderados por Smith propusieron que la integración de la información sobre un mismo concepto podría reducir el papel de la interferencia en la memoria. Esta integración daría lugar a “paquetes” o unidades integradas de información que proporcionan vías adicionales que facilitan la búsqueda y el acceso a la información relevante en la memoria.


Para probar esta idea, Smith diseñó un experimento original en el que, además de manipular el nivel de abanico, variaba el grado de relación temática entre la información asociada a un mismo personaje. Así, se establecieron dos grupos, a uno de ellos se les presentó pares de frases no relacionadas sobre una determinada persona (por ejemplo: “Marta rompió la botella” y “Marta no retrasó su viaje”) mientras que al otro grupo se les presentaron tres frases, una de las cuales integraba toda la información aprendida (por ejemplo: “Marta bautizó el barco”).

Si asumimos la explicación propuesta por la teoría del Adaptive Character of Thought, las personas que tenían que memorizar tres oraciones aumentarían su tiempo de reconocimiento y el número de errores ya que manejaban una mayor cantidad de información. Sin embargo, la realidad fue muy diversa: cuando las personas aprendían una información integradora que le daba un sentido a los datos precedentes, el número de errores disminuía y aumentaba el tiempo de reconocimiento.

Desde entonces, este descubrimiento se ha extendido a múltiples ámbitos del desarrollo humano, sobre todo a la educación, replanteándose el antiguo modelo del aprendizaje memorístico y abogándose por un aprendizaje significativo donde el estudiante sea capaz de integrar la información en unidades que tengan un sentido personalizado.

En la vida práctica, el efecto abanico nos demuestra que para mejorar nuestra memoria, es preferible insertar los datos nuevos en unidades significativas. Un pequeño truco para mejorar la memoria ;-)

Aquí puedes descargar el artículo en formato PDF: El efecto abanico y la paradoja del experto.

Fuentes:

rinconpsicologia.com | Fuente - Enlace antiguo
cienciacognitiva.org | Gómez-Ariza, C. J. (2010) El efecto abanico y la paradoja del experto. Ciencia Cognitiva; 4:3, 64-66.

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